La Vanguardia 18/7/2016
La costa norte de Barcelona acoge cada verano centenares de cormoranes moñudos, una especie protegida y amenazada por las artes de pesca
Grupo de cormoranes sobre unas rocas de Calella (isinatura)
La presencia de cormoranes moñudos en la costa norte catalana es un claro indicativo de su óptima calidad medioambiental. Son aves de hábitos metódicos que vienen a Catalunya a alimentarse y que en invierno se concentran en el archipiélago balear para su reproducción. En verano, como si se tratase de turistas fieles, recalan siempre en el mismo espacio y se dispersan posándose en rocas, espigones e islotes, como la Roca Grossa de Calella, uno de los dormideros que los ornitólogos luchan para proteger de las agresiones externas y donde cada año se reúnen hasta 220 ejemplares. En esta zona se asienta el principal dormidero de cormoranes del Mediterráneo.
El responsable del programa marino de la entidad no gubernamental SEO/BirdLife, José Manuel Arcos, ha alertado de las amenazas que sufren estas aves atendiendo al minucioso estudio con anillamiento de ejemplares que realizan los ornitólogos Carles Tobella (Universitat de Girona) y Enric Badosa (Institut Català d’Ornitologia). Si bien el dormidero de cormoranes de Calella es el más importante, donde se llegan a contar 220 ejemplares, también se localizan a lo largo de toda la costa, en el túnel de Canet de Mar, Les Banyeretes y la Murtra de Sant Pol, la Musclera de Arenys de Mar, en El Masnou e incluso en el Bogatell de Barcelona.
Badosa pone en antecedentes de que el cormorán es una especie “que casi se extinguió en 1983” por lo que está incluida en el anexo 1 de protección europea “el máximo nivel, el mismo que el águila imperial” que no sólo protege al animal sino el lugar donde se asienta. En los años 60, en las poblaciones costeras era habitual fabricar aceites con grasa de cormorán o consumir sus huevos. Según el ornitologo, el abandono de estas prácticas contribuyó a su reproducción que se detectó hacia 1997 “en el dormidero de Roca Grossa”. Entre 2007 y 2011 el anillamiento y seguimiento de los individuos en Menorca, con más de 1.100 lecturas realizadas, ha permitido revelar sus migración hacia la costa catalana. “En verano vienen a cazar” y a engordar, “pasan de 1,4 kg a 1,6 kg” para afrontar la época de cría en Menorca.
Problemas en playas para perros
La presencia del cormorán en la costa catalana va ligada a la presencia del sonso, su principal alimento. Pueden sumergirse a profundidades superiores a los 60 metros, llegar al fondo y rastrear la arena con el pico hasta dar con su presa. Para ello ha sido clave la evolución conservacionista del sector pesquero con programas de autogestión. A falta de sonso, los cormoranes –corbs marins en catalán- ocasionalmente pueden alimentarse de otras especies como el sargo -popularmente patena o vidriada- como ha comprobado Carles Tobella, que junto a investigadores del Institut de Ciències del Mar de Barcelona, estudia la dieta de estas aves a través de las egagrópilas, las bolas de alimentos que regurgitan. Son animales de costumbres, detalla Badosa, duermen a las 19 horas, siempre en el mismo punto de la roca –al que regresan cada año- y miden su espacio vital entre sí con el tamaño del pico. Salen a pescar en grupo al alba y paran a descansar a media mañana en las rocas bajas, “necesitan mucho descanso ya que son animales de energía termoregulada”.
El anillamiento permite estudiar sus hábitos y detectar comportamientos excepcionales, como el del cormorán que cariñosamente llaman “turista E29” al que extrajeron un anzuelo del ala en Arenys de Mar, días después fue localizado en la playa del Bogatell, una semana más tarde fotografiado por una turista francesa en Alcudia (Mallorca) y a los pocos días recaló en Calella.
Aún preservando sus dormideros y colonias, a los cormoranes moñudos, habituados a la presencia humana, les aparecen nuevos enemigos como la presión turística o la regeneración de las playas. Amenazas a las que se suma la pesca, tanto la profesional como la de caña desde la costa. En este caso, Badosa explica que “el 14% de los ejemplares tienen anzuelos o hilos de nylon enganchados en la boca” ya que se tragan el cebo o se enredan con los sedales abandonados. “el 50% de las aves ingresadas en el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Torreferrusa estaban afectados por artes de pesca” confirma Arcos.
En la misma línea, la incipiente moda de permitir la presencia de perros en algunas playas, como en el caso de Les Banyeretes de Sant Pol de Mar, provoca una grave afectación en los dormideros, ya que, como se ha podido comprobar en aquel punto de la costa, los perros persiguen a los cormoranes y en algunos casos hasta les obligan a huir. Los ornitólogos han alertado de esta problemática al Ayuntamiento y a la Generalitat para que decidan cambiar la playa para perros de ubicación.
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